domingo, agosto 21, 2005

Beberse el tiempo en cinco pasos

1. Destapando
Un par de días atrás tuve una experiencia que, por trivial que parezca, a muchos les sonará un tanto extraordinaria: desperté y miré el reloj, quedaban 13 minutos antes de que mi alarma hiciera su fastidiosa, infaltable y ruidosa labor; decidí adelantarme a sus maléficas instrucciones por mí dadas doce meses atrás y apagué mi celular.
Me recosté nuevamente soltando una fuerte y sonora bocanada de aire que relajó mis ahora más limpios pulmones (cabe decir que llevo más de cinco meses sin fumar). Cerré los ojos nuevamente con el propósito de abandonarme al descanso - ¡pero es viernes! - y mañana sábado ¿por? - ¡debes levantarte y prepararte para el trabajo! - siempre llego una hora antes a trabajar y me quedo varias después, ¿cuál es el problema? - está bien, descansaremos un poco más.

2. La frescura sale vaporizada
Al abrir los ojos nuevamente, mi cuerpo estaba más entero que nunca y con los músculos llenos de vigor. Me adentré en la regadera para disfrutar del baño.
- Quedan veinte minutos para mi hora de entrada - y ocho horas con veinte minutos para la salida, ¿no es así?.
Aunque mi costumbre es el agua fría para mantener la piel tersa, evitar la pérdida del cabello y despertar por completo, en esta ocasión dejé que se templara al punto exacto que extrañaba. Mi piel quedó turgente, agradecida y lista para recibir una buena dosis de crema libre de alcohol y premuras.

3. El primer trago
Revisé mi rostro en el espejo, necesitaba una afeitada que hice con mano de artesano y actitud de tibetano. ¡Qué bien!, hoy me veo más joven, pero sobretodo por la mirada, la sonrisa y en general, por un semblante relajado. El desodorante, la pomada de los pies, la crema y el gel para el cabello fueron llegando a su turno en una larga, exquisita y vanidosa espera y nunca habían sido tan cuidadosamente administrados en sus respectivos destinos.

4. La bebida recorre el interior y siento su baja temperatura en mi organismo
Aunque la ropa ya ha sido seleccionada con antelación, en esta ocasión la miré con detenimiento, no había problema en la combinación, pero... ¿por qué no probar otras alternativas?. Varios minutos pasaron antes de que tomara la decisión de vestirme. La placentera sensación de estar tirando el tiempo como dinero en un yak me hizo sentir rico y poderoso. En verdad era dueño de mi tiempo. ¿El reloj?, ¿quién preguntó por el reloj?... no lo se, ¿había alguno por aquí?.

5. Termino mi bebida y miro al horizonte como vaquero del Mundo Marlboro
Es momento de ir a mi auto, encenderlo y partir hacia la diaria labor. ¡12 minutos! - ¿por qué? - ese es el tiempo que siempre haces - ¿y? - ¿pretendes ir más despacio que eso? - no prentendo nada, sólo tomaré una hora para llegar... hay un cafecito en el trayecto que podría conocer.

Dedicado a todos mis amigos que vivimos en esta ciudad y que padecemos de problemas digestivos con el tiempo. Casi siempre nos lo atragantamos, otras menos nos lo comemos, pero muy pocas podemos beberlo y casi nunca degustarlo, cual enólogos con un buen tinto.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Veo que no te amedrentan los hombres grises. Debe ser que el dejar de fumar te hizo dejar de pensar como uno de ellos.

Genial frase la de gastar el tiempo como dinero en un Yak. Por cierto, hoy en día también hago 12 minutos al trabajo, pero a pie.

Y después de leer esta entrada me queda claro que tengo amigos más metrosexuales que yo. Ah, ahora que lo recuerdo me pondré mi crema lifting.

Anónimo dijo...

Definitivamente vivimos inmersos en la rapidez del sistema.

En mi caso siempre salgo con bastante antelación para llegar 30 o 40 minutos antes de mi hora de entrada al trabajo y poder ir difrutando del trayecto. Como por ejemplo al transitar sobre el puente de miramontes que cruza churubusco y en un, no muy común, día despejado pueden verse los rascacielos de esta ciudad.

Me da gusto que puedas tomar las cosas con calma.